domingo, octubre 18, 2009

Corea, día 5: Couchsurfing en Seúl


Tras un despertar un tanto tardío y un paso fugaz por el congreso, que ya lo estaban recogiendo, me dirigí a la ultramoderna estación del KTX (AVE coreano) de Daejeon, para pillarme el tren que me llevaría hasta la capital surcoreana, Seúl. Allí me pillé el metro (fun fact: el metro de Seúl tiene mamparas de cristal para que la peña no se tire/caiga en los andenes) y me fui al barrio de Ssaengum, donde me encontraría con mi colega holandés, Lisero, para ir al piso de una chica surafricana donde nos quedaríamos a sobar este finde haciendo un poco de "couchsurfing", ya sabéis, eso de que te apuntas en internet y dices que tienes un sofá disponible para quien haga falta. Resulta que la chica ésta, Robynne, está trabajando de maestra de inglés en una escuela de Seúl, al parecer hay una comunidad bastante grande de extranjeros haciendo esto.


Tras tomarnos un vinito en el pasillo del edificio, esperando a que terminase de llover, nos fuimos a cenar a la zona universitaria de Hongki, en teoría bastante popular entre la gente de nuestra edad (efectivamente, estaba petated, mezcla de gente local, turistas y tíos con pinta de ser soldados yanquis de permiso). Allí cenamos en un restaurante coreano junto con otro holandés, Laurens, un amigo de Lisero que acababa de llegar de Nueva York, y nos metimos entre pecho y espalda una buena sopa de pescado con el siempre presente kimchi, por supuesto.

Después pude comprobar una vez más como lo mejor de estos viajes es encontrarse a gente, ya que al entrar en un garito a tomarnos una cerveza justo salían una pareja de occidentales, él con una pinta de holandés (alto, con el pelo naranja) inconfundible y ella una americana también trabajando de profe. Lo raro no es eso, lo raro es que después de que le digas que eres de Argentina, el holandés te responda con un “ché, boludo”, jajajaja, resulta que había vivido el año pasado en Buenos Aires y había quedado enamorado de la ciudad. Así que acabamos metiéndolos otra vez para dentro y nos quedamos allí intercambiando historietas un buen rato.

Para rematar, Robynne nos llevó a una tetería genial, un sótano de mármol quebrado por una serie de canales y pequeñas mesas para estar tirado en el suelo, el sitio perfecto para relajarse tras un día largo. Una cosa que me llamó la atención es el cuidado de la decoración que tienen los bares, con las fotos de la tetería os podéis hacer una idea, pero así son la mayoría, se nota que los coreanos le echan horas y se lo curran. Mañana, un poquito de turismo por los palacios de Seúl.

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